A veces, alguien llega justo cuando las puertas del tren se acaban de cerrar. La máquina arranca. Y todos se han subido a tiempo, el andén está completamente vacío excepto esa persona, la que no llegó a tiempo, la que contempla impotente como el tren se va mientras que ella se queda en la orilla del andén, esperando al siguiente.
Causan una impresión de soledad, desamparo y abandono. Me recordaron al " Monje frente al mar", de Friedrich.
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