A mediados de los años 90 del pasado siglo, al principio no de una forma demasiado ostentosa, el paisaje comenzó a cambiar. Surgieron como caídas del cielo enormes grúas que, como animales prehistóricos de un futuro apocalíptico, arañaban el cielo y barrían los descampados, huertos y campos de frutales abandonados a su paso
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