Aunque después la Academia, con Charles le Brun al frente, sistematizase la representación de las pasiones y aflicciones en sencillos esquemas, una obra como esta no puede proceder simplemente de la aplicación de unas estructuras formales. Un artista como Miguel Ángel, por muy religioso que sea, por muchos dogmas teológicos que siga, no puede llevar a cabo un trabajo semejante sin recurrir a episodios de su propia vida.
viernes, 25 de diciembre de 2015
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