Alrededor de las antiguas casas de campo brotaron los enormes bloques rojos de ladrillo y persianas verdes, auténticas colmenas humanas a cuyos pies algunos urbanistas tuvieron a bien construir plazas encima de los párkings, plazas duras, con cuatro macetas, algunas papeleras, y farolas que en las noches frías de invierno iluminaban espectralmente toda aquella desolación. Atrás habían quedado las tardes en las que las plazas bullían de actividad infantil, ahora sólo eran habitadas por gatos alimentados por señoras maniáticas y algún que otro indigente.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario