el viento que mueve las hojas secas de los chopos ya empieza a ser frío y cortante, y las luces de los millones de faroles y ventanas se reflejan sobre las nubes blancas y gélidas, y no se ve ni un alma por ningún sitio.
Esta carretera fue antinguamente un lodazal salpicado de algarrobos donde corrían los conejos, en la actualidad son los coches y las motos los que lo recorren velozmente, rumbo hacia otros barrios, tal vez hacia el mar, que, aunque no lo parezca, no está muy lejos de aquí.
Tal vez algún día, este camino llegue hasta el mar, cuando construyan un túnel bajo las pistas del aeropuerto.
lunes, 19 de diciembre de 2011
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