domingo, 30 de mayo de 2010
Con el tiempo transcurrido en el mar, y cuando ya sus múltiples viajes le permitieron conocer tres océanos, empezó a ver con claridad en lo que antes sólo era una confusa maraña de olas de azules multicolores moviéndose incansables según los ritmos de los vientos y el fondo del mar, cambiando caprichosamente según los rayos de sol que se filtraban en las nubes ligeras, o en las nubes pesadas y cargadas de terribles tormentas.Su ojo empezó a distinguir cuando un azul cobalto y un azul celeste indicaban un río de agua dentro de una superficie de agua más vasta aún, cuando descubrió el absurdo de un río dentro de otro río, de un mar dentro de otro mar, de las corrientes que comunicaban los océanos por miles y miles de kilómetros, de auténticas autopistas por donde viajaban los barcos pesqueros, las ballenas y cientos de miles de tipos de peces de todas las formas, tamaños y colores, de los remolinos de agua que formaban las tempestades no sólo en el mar, sino también en el cielo.Y se le hizo claro todo aquel territorio hasta entonces monótono, uniforme y aún así amenazador, sin fronteras y sin límites.Aún le quedó una pregunta ¿ cómo serán los mapas del cielo?
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