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jueves, 3 de noviembre de 2011

La Cope, el antiguo cine de la Torre Moli Nou

Aquellos bloques, digo, habían surgido con violencia de una tierra antaño preñada de flores de ciruelo y cerezo, pero había llegado el momento de otra primavera, la primavera de las personas que los habitaron, de los jóvenes que recorrieron sus calles, ocuparon sus plazas, amaron,soñaron, algunos incluso murieron y que se han quedado para siempre en el recuerdo de esos años y esos días, y a veces, cuando tuerzo una calle que sigue intacta desde aquellos años, me parece verlos todavía allí, personas que nunca llegaron a cumplir los dieciocho, con sus caras llenas de granos, su sonrisa y su optimismo por una vida que para ellos acabó demasiado pronto. A veces, me parece ver que tal vez las sombras de los árboles guarden también las suyas, y en la brisa que mueven las hojas me parece escuchar, pero en un lenguaje del todo olvidado ya, restos de antiguas conversaciones, de antiguas ilusiones, de cómo pensábamos arreglar el mundo.
A la luz de las farolas, salíamos por las calles adoquinadas y húmedas para recorrer aquellas estrechas calles en busca de aventuras, aventuras que raramente llegaban, aventuras que solamente existieron en nuestra imaginación. Y sobre la imagen de la ciudad inventada y soñada, algunas veces, se superponía, en los extraños y angustiosos momentos de lucidez, la punzante imagen de la ciudad y de la vida propia, como la verían los ojos de algún visitante que acabase de llegar a nuestro territorio.Este visitante no reconocería la esquina donde nos dijeron que sí una vez,la barando sobre laque nos apoyábamos las tardes de junio y el reloj que nos marca la hora de regreso.Para él, todo sería anodino y trivial.

Nocturno en una plaza de Marianao



Alrededor de las antiguas casas de campo brotaron los enormes bloques rojos de ladrillo y persianas verdes, auténticas colmenas humanas a cuyos pies algunos urbanistas tuvieron a bien construir plazas encima de los párkings, plazas duras, con cuatro macetas, algunas papeleras, y farolas que en las noches frías de invierno iluminaban espectralmente toda aquella desolación. Atrás habían quedado las tardes en las que las plazas bullían de actividad infantil, ahora sólo eran habitadas por gatos alimentados por señoras maniáticas y algún que otro indigente.

Sant Boi de Llobregat, Carrer major


Por las calles vacías del casco antiguo ya no camina nadie, las tiendas desaparecieron con los adoquines y muchos de sus habitantes murieron o emigraron, ahora sólo queda la imagen del vacío en la luz que se escurre por el suelo húmedo y frío.
La noche es tan fría que las luces de las faroles, como pequeñas antorchas, iluminan casas mudas y vacías donde parece que no vive nadie, es más, a veces realmente parece que, jamás, jamás, fueron habitadas, y que este barrio entero se construyó como un simulacro de comunidad, para que los hombres soñasen un lugar mejor donde vivir en un futuro próximo.

Sant Boi de Llobregat, casc antic

Ahora estoy realizando una serie de acuarelas a partir de fotos nocturnas que tomo por la calle, dedicadas a Sant Boi, algo así como una especie de recorrido nocturno por el " bajo pueblo" ( cómo así le llamábamos) aunque también hay vistas de otras zonas.
Sant Boi, ciudad del extrarradio de Barcelona, el pueblo de los locos, el pueblo de los hermanos Gasol y del rugby, protegido del mar por la montaña de Sant Ramón y de Barcelona por el río Llobregat, durante años una cloaca donde ni siquiera había gaviotas ( que son poco exigentes), Sant Boi de Llobregat jamás perderá la condición de ciudad del extrarradio barcelonés, que ha escapado por poco de ser fagocitada y engullida por la urbe, como le pasó a Cornellá,Hospitalet,Sant Joan Despí