Al salir de esa otra realidad, de la Acrópolis y de los jardines que rodean el templo de Hefesto, volvemos a nuestra época, volvemos a nuestra realidad temporal. Es lo que tienen las grandes ciudades, permiten la coexistencia de diferentes mundos. Esta calle cualquiera, con sus tiendas, con sus contáiners y sus papeleres, con las persianas metálicas pintarrajeadas de tags y de insulsos y grafittis, con su cacofonía de imágenes publicitarias y garabeatadas con spray, podría estar en cualquier otro sitio. La ciudad se hace eterna en el amplio territorio globalizado del Turistán.
viernes, 3 de enero de 2020
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