A medida que uno va observando a los vendedores del Top Manta, se va dando cuenta de que existen una organización entre ellos, hay un orden, se van levantando de sus puestos a una hora y se los dejan a otros, que vendrán a ocupar el turno de aquellos, y sucesivamente, igual que los pasajeros de los trenes y el metro que por oleadas llenan y vacían los pasillos y que atropelladamente esquivan las alfombras llenas de productos supuestamente fabricados en no se sabe qué países del sureste asiático por niños y por mujeres explotadas... casi en condiciones de esclavitud, dicen algunos, y que ofrecen al quiero y no puedo la promesa de autenticidad y de estatus del producto falsificado... tal vez bajo conocimiento de la propia marca imitada...
viernes, 15 de febrero de 2019
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