La entrada y descenso y la estación me recuerda a esos grabados de Piranesi de las Carceri, grandes escalinatas que me llevan a los andenes, pero que desde arriba no se pueden percibir. Nada que ver con el claustrofóbico metro de Londres, el más antiguo del mundo. Entre cárcel e iglesia por su magnitud, al llegar abajo la gente espera taciturna y en silencio la llegada del tren. La era covid ha traído también una epidemia de silencio, por lo que he podido comprobar.
domingo, 20 de diciembre de 2020
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