Allí empezaba el mundo suterráneo de pasadizos con sus kioskos,donde vendían bollos y refrescos, las pequeñas cafeterías con su fauna autóctona bien posicionada, los puestecillos de vendan de todo tipo de golosinas y baratijas, los músicos con la gorra o la funda de la guitarra en el suelo, siempre con algunas monedas, la señora con su rollo de papel higiénico a la puerta de uno de los servicios públicos del tren. Si , aquello era, sin duda alguna, el final de una cosa y el comienzo de otra, de un mundo subterráneo a ratos sórdido, a ratos amable, siempre cambiante ma non troppo. El final de la vía.
miércoles, 16 de junio de 2021
El final de la vía
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