Siempre se preguntó porque su padre no podía ser como los otros padres, de esos que van en coche a su trabajo, que vuelven a casa para día para comer , o para cenar, o para algo, pero que estaba siempre por allí, ausente del ambiente doméstico la mayor parte del día pero, de alguna, cerca de ella.
Pero no era así, su padre tardaba meses, semanas, sobretodo en invierno, porque su padre era pescador, y cada vez iban más lejos a buscar el bacalao, al ártico lejano donde tanto las noches como los días podían ser eternos.
Un día no volvió´. Su barco se hundió en un punto indeterminado entre las islas Feroe e Islandia. Salió en todas las noticias un par de días para desaparecer dos días más tarde.
Y lo peor no fue el olvido de los medios, sino el de ella misma, de su hija, de aquella por la que pasaba meses enteros entre icebergs.Quien sabe si también el viejo pescador la había olvidado en sus soledades árticas.
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